Iglesia parroquial de Santa Bárbara

La iglesia de Santa Bárbara, situada en Ocón, es un edificio de clara impronta barroca, levantado entre los siglos XVII y XVIII. Se construye en mampostería y ladrillo, con algunos “parches” recientes visibles en su fábrica, y se organiza en una sola nave de tres tramos rematada en cabecera ochavada de tres paños. El interior se cubre con bóvedas de aristas que unifican el espacio y le confieren una sensación de sobriedad y equilibrio. La sacristía se dispone al norte del primer tramo, articulando la zona de servicio del templo. Uno de los elementos más singulares del conjunto es la torre, levantada directamente sobre la cabecera. Presenta cuatro cuerpos, con los vértices reforzados en sillería, y ha sido la parte que ha sufrido más intervenciones posteriores. El cuerpo superior, construido íntegramente en ladrillo, se remata con la fecha de 1777, testimonio de su fase final de construcción o reforma en pleno barroco tardío. El acceso principal se sitúa en el segundo tramo del lado de la epístola, a través de una portada de medio punto protegida por un pórtico de factura posterior, que altera la lectura original de las dovelas del arco y evidencia las transformaciones funcionales que ha experimentado el templo a lo largo del tiempo. Todo el conjunto remite a una arquitectura barroca rural, sobria pero bien proporcionada, propia del ámbito riojano. En el interior, la iglesia cuenta con tres retablos menores y un retablo mayor, todos ellos de marcada ejecución clasicista del siglo XVII, en los que dominan la organización en cuerpos y calles y un lenguaje decorativo contenido. A los pies de la nave se alza el coro alto, sostenido por estructura de madera, donde se conserva un facistol posiblemente barroco, vinculado al antiguo uso litúrgico del espacio. Bajo el coro se sitúa la pila bautismal, también probablemente barroca, que subraya la función parroquial del templo. En conjunto, la iglesia de Santa Bárbara de Ocón es un buen ejemplo de arquitectura religiosa barroca rural, en la que se combinan tradición clasicista en los retablos, soluciones constructivas sencillas y una torre de gran personalidad que, con su remate de 1777, se convierte en uno de los elementos más distintivos del perfil del pueblo.